Tras ver el film completo, y sin haber
podido despegar los ojos de la pantalla para no perderme detalle
alguno, tengo la sensación de haber asistido a una obra
metadiscursiva.
Digo obra meta-discursiva, porque
aunque sea Cine, y se nos presente el problema sobre otro Arte como
es la Pintura, creo que Raoúl Ruiz lo que hace es plantear una
problemática que se presenta en Arte en general. Partiendo de una
supuesta serie de cuadros realizada por un supuesto pintor llamado
Tonnerre, “el Coleccionista” va desmenuzando los distintos
elementos de cada cuadro, estableciendo la hipótesis de que todos
guardan relación mediante algún elemento secundario que se muestra
en ellos a los ojos del espectador, tales como el espejo que refleja
la luz, en el primer cuadro; o la media luna, en el segundo. Según
va siguiendo las pistas, éstas encajan, pero todo se va a pique al
llegar al “cuadro robado”, en el que se supone aparecía como
nexo conector una máscara.
Por otra parte, se nos cuenta que en
estos cuadros los personajes realizan una “ceremonia”, la cual no
será desvelada hasta llegar al último de todos, donde se nos
descubre un culto a Baphomet, culto que ha sido perseguido durante
siglos, como ocurriese con los templarios en la época de Jacques de
Molay, y que fue la razón por la cual retirasen el cuadro faltante y
la exposición causara gran revuelo.
Es al final del fin cuando me llevo la
impresión de que se trata de una obra meta-discursiva, cuando “el
Coleccionista”, cansado por no poder desvelar un misterio con el
que lleva años conviviendo, establece su reflexión final. Con ella,
se establece de forma definitiva lo que se viene vaticinando conforme
el metraje avanza; que las teorías que “el Coleccionista”
establece no son más que conjeturas extraídas de su propia lectura
de los cuadros, basadas en su propia subjetividad, teorías que, por
otra parte, no tienen que ser válidas para todo el mundo, puesto que
cada espectador puede establecer las suyas libremente. Por otra
parte, estas explicaciones no tienen tampoco que ser ciertas, ya que
el supuesto autor de los cuadros puede no haber tenido en mente
ningún tipo de misterio como el que se nos plantea en esta película.
Ante esta problemática, me surge la
reflexión de si verdaderamente cuando nos enfrentamos a
explicaciones de cualquier tipo de obra de Arte, éstas tienen
sentido alguno. Me surge la duda de si el artista que la ha llevado a
cabo ha querido verdaderamente establecer ese “diálogo” con el
receptor de su obra o simplemente ha realizado aquello que le ha
venido en gana mediante su vena creativa sin pretender nada más que
representar algo, siendo de esta manera el receptor el que ha
tergiversado lo que el artista ha querido expresar con explicaciones
más allá de la obra del autor. Un ejemplo parecido a lo que quiero
expresar podría ser el documental Room 237, en el que
se exponen diversas teorías sobre el magnífico film El
Resplandor del director Stanley Kubrick.