lunes, 21 de abril de 2014

UN CORAZÓN EN INVIERNO

FICHA TÉCNICA
Director: Claude Sautet
Guión: Claude Sautet, Jacques Fieschi, Jerome Tonnerre
Música: Maurice Ravel
Fotografía: Yves Angelo
Productora: Film Par Film/Orly Films
Reparto: Daniel Auteuil, Emmanuelle Béart, André Dussollier, Brigitte Catillon, Maurice Garrel, Myriam Boyer

Estamos ante un film dirigido por el francés Claude Sautet en el que se nos cuenta la historia de un triángulo amoroso protagonizado por Maxime, Stéphane y Camille.

Maxime es el jefe y amigo de Stephane, al que le confiesa que ha comenzado una relación con la joven Camille; Stéphane tras ir conociendo cada vez más a la joven parece estar también enamorado de ella, no obstante cuando la joven violinista se enamora por fin de él éste se muestra indiferente afirmándole que no siente lo mismo por ella, esta atracción supone una especie de ruptura incipiente con su socio y jefe Maxime.

El mundo en el que se mueve Stéphane es el de la apariencia, al menos es lo que en algunos momentos nos deja entrever el personaje con su actitud. Parece ser una persona fría y distante, o al menos es un papel que desempeña, ejemplo de ello es cuando le dice a la joven que “odia la palabra enamorado”.

Por otro lado Maxime y Camille parecen más “pasionales” en cuanto a su manera de comportarse, de sentir, en comparación con Stéphane.

Otro dato a tener en cuenta puede ser el hecho de que Stéphane actúe de ésta manera como una especie de mecanismo de defensa, para proteger esa imagen de sí mismo que quiere proyectar a los demás, a modo de máscara bajo la que se siente menos vulnerable; teoría que no resultaría descabellada si nos fijamos en el final de la película, Camille se va con Maxime, quedando Stéphane solo tras rechazar a la chica, lo cual nos puede llevar a pensar que el personaje interpretado por Daniel Auteuil la rechazó siendo consciente de lo que habría traído consigo esa “atracción” por la violinista, la ruptura ya no sólo laboral, sino también de la amistad entre los dos personajes masculinos, de este modo las palabras que en una conversación dice él a la chica dándole a entender que él y Maxime “no son amigos”, no serían más que parte del papel que el personaje quiere desempeñar, por lo que la teoría de la apariencia cobraría más peso.

Siguiendo con las apariencias, éstas parecen tener bastante peso entre los personajes del film, ejemplo que podemos ver durante la escena de la cena en la que tienen una conversación superflua sobre Cultura, en la que el único personaje que se posiciona es Stephane; conversación ésta que podemos relacionar con otra que sucede también durante una cena en la reciente La Gran Belleza de Paolo Sorrentino o, incluso, la del film Cachè de Michael Haneke, en la que también tiene un papel protagonista Daniel Auteuil.

En ambos films mencionados encontramos personajes con similitudes a los de la película que nos ocupa, personajes que se mueven en el ámbito artístico-cultural que parecen más preocupados por aparentar ser que por lo que verdaderamente son.
El tratamiento que se hace de la historia de amor entre los personajes, sobre todo con el final de la misma, nos puede hacer evocar a la clásica Casablanca de Michael Curtiz donde encontramos también un triángulo amoroso.

Uno de los mayores aciertos que le encuentro a esta película es en lo referente al tratamiento de la historia, no se pierde el tiempo en explicaciones absurdas, los detalles importantes se nos muestran mediante los diálogos y comportamientos de los personajes, se muestra lo justo para que el espectador, sin ser éste un film de gran complejidad narrativa, interprete el porqué los personajes actúan de determinada manera, incluso en la historia de amor de Camille y Stéphane, que nos lleva a evocar otra película, en esta ocasión In the Mood for Love del hongkonés Wong-Kar Wai, en la que los dos personajes, interpretados por Andy Lau y Maggie Cheung, no sucumben a su amor para no traicionar a sus respectivas parejas y por miedo al “que dirán”.

Si el personaje interpretado por Auteuil es verdaderamente de la forma en que se comporta, dejando ahora de la do la teoría de la máscara, no va a cambiar, como tampoco lo hace el asexuado profesor al que da vida Robert Mitchum en la La Hija de Ryan de David Lean, donde ve cómo su mujer se enamora de un militar que acaba suicidándose, teniendo que huir con posterioridad junto a su mujer del pueblo en el que viven por un linchamiento de sus vecinos a la adúltera esposa.

Cabe destacar, que considero que lo único que media entre los personajes es la música, apaciguándolos. Ella con su carrera musical, él con su labor de fabricación y reparación de instrumentos, haciendo valer ese dicho de la sabiduría popular que reza: “La música amansa a las fieras”.

Como ya hemos comentado a pesar de no ser un film de extremada complejidad narrativa, no muestra de manera explícita todo lo necesario para entender las motivaciones de éstos seres, eso es labor que el espectador debe llevar a cabo, prestando atención a lo que sucede, porque este es un film basado en la apariencia, como los personajes que muestra; parece que no está sucediendo nada, pero, en realidad, son muchas las cosas que suceden, pero es la naturalidad con la que se muestran lo que las hace verosímiles, de ahí que tengamos que mostrar especial atención a los detalles y diálogos e interpretar luego. No vemos personajes vacíos, no vemos situaciones sin sentido dentro de la historia que se nos muestra.

Incluso la forma en que está rodada nos ayuda a prestar atención a esos detalles, no hay efectismos, no hay recursos cinematográficos de gran complejidad técnica, sencillez, continuidad, fluidez narrativa, pues el ritmo con el que se nos cuenta la historia nos hace sumergirnos en ella, no nos sentimos abrumados por exceso de acontecimientos o frenetismos, así como tampoco sentimos sopor por lentitud o tiempos muertos, otro de los aciertos de un film que con el paso de los años se está forjando un hueco entre las videotecas personales de los cinéfilos de a pie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario